miércoles, 20 de abril de 2016

TRICHOLOMAS





199 ...le lanzo un trozo de chorizo, se lo zampa con rabia, me mira con pena, ojos marrones, tristes. Se acerca, su olor es nauseabundo. Apesta pero hace compañía, sigo recolectando Tricholomas.

De repente se inquieta, debe haber algún animal cerca, rastrea lo invisible, le sigo. Se para, me paro, olisquea, observa, la veo frente al lago. Se adentra hasta que las aguas justo cubren sus rosados pezones, entonces se sumerge, es delicada, emerge, se orilléa, alza su azulada mirada hacia nosotros, no reacciona, no ha debido vernos. Bellísima. De repente el perro, enloquecido, echa a correr y se abalanza como una auténtica fiera sobre ella, dentelladas, sangre a borbotones, sangre que resbala desde su boca hasta más abajo de sus largos muslos, a sus pies lo que queda del perro, estoy paralizado, me sonríe, vomito, se zambulle. Corro desorientado, me agoto, caigo al suelo, agazapado lloro en silencio. Veo una cueva, recojo toda la leña que puedo, la tenue luz lunar apenas me da para alcanzar la entrada de mi guarida. Oscuridad plena en el interior, acerco el mechero, la leña prende con facilidad, la cueva se ilumina, sus ojos se iluminan, ahí está ella, esbozándome una satírica sonrisa.

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